Está preparado para gatear

Durante toda la primera infancia los niños ejercitan sus habilidades psicomotrices constantemente, progresando a toda velocidad. Cada logro les permite experimentar y descubrir un poco más el espacio que los rodea por sus propios medios.
La mayoría de bebés gatea antes de caminar, y ese modo de desplazamiento les proporciona una importante coordinación de los movimientos de los brazos y las piernas, además de fortalecer su musculatura.

Sobre los siete meses, el niño es capaz de mantenerse sentado solo. Este gran paso en el control de su cuerpo le permite ganar fortaleza no solo en las piernas y los brazos, sino también en la espalda y el cuello. Además, empieza a tener otra percepción de la realidad: mientras estaba echado o incorporado, su campo de visión era limitado; ahora, ante sus ojos aparece todo un mundo por descubrir.

Ese control muscular creciente le permitirá, más o menos a los nueve meses ponerse a gatear. Los inicios pueden resultar sorprendentes: a veces reptan con la barriga sobre el suelo o se desplazan hacia atrás.

Fomentar el gateo, siempre que el bebé esté preparado para ello, no es complicado, ya que su curiosidad está a flor de piel. Ponerle juguetes u objetos llamativos enfrente es una de las mejores opciones: le animarán a moverse y conseguir su objetivo. Compartir juegos a ras de suelo con papá o mamá es todavía mejor: la interacción es rica y amorosa, ya que entran en acción las voces, las risas, las miradas, las canciones…
Si queremos que el bebé experimente y reconozca la superficie por la que se desplaza, evitaremos el uso de zapatos: podemos proteger el pie con calcetines o peúcos. Si el suelo está frío, puede usar calzado flexible para favorecer el movimiento del pie. Unos calcetines antideslizantes también son una solución para evitar el frío y dar firmeza a su desplazamiento.

No todos los bebés coinciden en el tiempo a la hora de gatear, incluso hay bebés que caminan primero y gatean después, o no lo hacen nunca. Deberíamos hablar con el pediatra si alrededor de los siete meses nuestro hijo no es capaz de darse la vuelta mientras está echado o de sentarse con apoyo.

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