No deja el chupete: ¿Qué hago?

La mayoría de niños dejan el chupete y/o el pulgar entre los dos y los tres años. Pero, ¿qué hacer si tu hijo tiene ya cinco años y no lo deja?
El proceso natural de dejar el chupete o abandonar la costumbre de ponerse el dedo en la boca se produce progresivamente, a medida que la zona de la boca pierde su papel protagonista. Si no ocurre, no hay que forzar el abandono, ya que deberá ser gradual y no repentino. El rechazo a renunciar al chupete y/o al dedo es la expresión de un "deseo de mamar" que el niño satisface de forma natural y que no debe ser impedido.
Debes respetar los ritmos del pequeño, ya que un uso prolongado del chupete no le supondrá ningún daño psicológico. Reñirle, quitárselo o utilizar preparados químicos para impedir que se chupe el dedo es totalmente contraproducente. 

¿Qué hacer si no lo deja?

En general los pediatras opinan que, si a los cinco años el niño no ha dejado el chupete, se le debe ayudar a abandonar la costumbre. La opción de hacerlo desaparecer de forma repentina no da buenos resultados puesto que el pequeño se obsesiona por recuperar el precioso objeto perdido. Te damos algunos consejos más efectivos:

• Proponle guardar el chupete en una cajita y dáselo sólo a la hora de acostarse.

• Sugiérele que se lo regale a su osito o a algún peluche muy querido.

• Concédele una gratificación de mayor a cambio del chupete, como por ejemplo dejarle responder al teléfono.

• Cuando demuestre que sabe prescindir de él, realiza un pequeño ritual para confirmar el abandono: tirarlo en un estanque o regalárselo a alguien.

Si estos consejos no funcionan, los expertos aconsejan mostrarse indiferente cuando el niño chupa el dedo o el chupete, con la esperanza de que lo abandone espontáneamente. Llegará un momento en qué al ver que los niños de su edad no lo hacen, terminará dejándolo. 
Te aconsejamos que lleves a tu hijo a efectuar una revisión dental para comprobar que la costumbre del chupete no le ha provocado daños en el crecimiento de los dientes.

Las aulas infantiles se convierten en un mar de lágrimas cada inicio de curso. Tanto los niños que empiezan a ir a la escuela infantil como los que van al colegio ven su vida alterada al pasar del entorno familiar al escolar. No podemos evitar el conflicto que supone, pero sí está en nuestras manos ayudarles a afrontarlo.

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